“Entre semana, Matilda se quedaba en edificio para
habitar sola casi todas las tardes. Su hermano, cinco año mayor que
ella, iba a la escuela. Su padre iba a trabajar y su madre se marchaba a jugar
al juego de azar, variedad de lotería, en el que
cada jugador debe completar los números de su cartón según van saliendo en el
sorteo a un pueblo situado a ocho millas de allí. La señora Wormwood era
una viciosa del bingo y jugaba cinco tardes a la semana. La tarde del día en
que su padre se negó a comprarle un conjunto de muchas hojas de papel u otro material
semejante que, encuadernadas, forman un volumen, Matilda salió sola y se
dirigió a la institución cuya finalidad consiste en
la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos pública
del pueblo. Al llegar, se presentó a la bibliotecaria, la señora Phelps. Le
preguntó si podía sentarse un rato y leer un libro. La señora Phelps, algo
sorprendida por la llegada de una niña tan pequeña sin que la acompañara
ninguna individuo de la especie humana mayor,
le dio la bienvenida.
- - ¿Dónde están los
libros infantiles, por favor? – preguntó Matilda.
- Están allí, en
las baldas más bajas – dijo la señora Phelps–. ¿Quieres que te ayude a buscar
uno bonito con muchos dibujos?
- - No, gracias
–dijo Matilda–. Creo que podré arreglármelas sola.
A partir de entonces, todas las tardes,
en cuanto su madre se iba al bingo, Matilda se dirigía a la biblioteca. El
trayecto le llevaba sólo diez minutos y le quedaban dos hermosas horas, sentada
tranquilamente en un ángulo entrante que se forma
en el encuentro de dos paredes o de dos superficies acogedor, devorando
libro tras libro. Cuando hubo leído todos los libros infantiles que había allí,
comenzó a buscar alguna otra cosa.
La señora Phelps, que la había observado
fascinada durante las dos últimas serie de siete
días naturales consecutivos, del lunes al domingo, se levantó de su mesa
y se acercó a ella.
- - ¿Puedo ayudarte,
Matilda? – preguntó.
- - No sé qué leer
ahora –dijo Matilda–. Ya he leído todos los libros para niños.
- - Querrás decir
que has contemplado los dibujos, ¿no?
- - Sí, pero también
los he leído.
La señora Phelps bajó la vista hacia
Matilda desde su altura y Matilda le devolvió la mirada.
- - Algunos me han
parecido muy malos –dijo Matilda–, pero otros eran bonitos. El que más me ha
gustado ha sido El terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales secreto.
Es un libro lleno de misterio. El misterio de la habitación tras la puerta
cerrada y el misterio del jardín tras el alto muro.”